Cable a tierra

Todo el tiempo necesitamos una forma de volver a la realidad de este mundo habitado por tanta gente, salir de esa burbuja que no nos deja ver la realidad sin deformarla. Necesitamos constantemente cables a tierra.

¿Por qué? Nuestras actividades cotidianas como el estudio o el trabajo nos muestran una parte de la realidad infinitesimal respecto del todo, nos encierra en un espacio en el que es esencial la especialización y de esta manera no podemos ver más allá de nuestra nariz “profesionalizada”.

Pero siempre hay algo o alguien que nos deja ver la realidad, y no este mundo de sombras como diría Platón. Y qué importante es para nosotros tenerlo. Una actividad completamente diferente a la cotidiana es una buena posibilidad. Desde que canto en el coro que percibo mi entorno de una manera diferente, como si todo fuera el “Ave Verum Corpus” de Mozart. Esta obra coral, presenta una simpleza musical especialmente particular en el autor; pero sus acordes emanan belleza, sentimientos… En fin, en las cosas simples deberíamos encontrar la belleza.

Dejando de hablar del algo y empezando a hablar del alguien pongo en la mesa a mis amigos. Ellos son la razón de mi actual felicidad y de la mayoría de las sensaciones que pasan por mi pecho. No sólo me devuelven a la realidad sino que también la embellecen con su presencia, porque me animan a seguir, a crecer y a seguir caminando; y yo a ellos. Hoy no veo nada más importante en mi vida que a ellos, prefiero su felicidad a actos mucho más egoístas y me genera mucha impotencia no poder hacer nada cuando están tristes. Bah, no poder hacer nada más que acompañarlos con un abrazo, con un salir corriendo de casa pasada la medianoche mientras le cuento a mí mamá que no estoy pidiendo permiso sino que mi decisión se basa en mi necesidad de apoyar a esa persona que tanto quiero y que está llorand@ sol@ en su casa. Otra cosa que me encanta es hacer nuevos amigos… Pero de los de verdad, y más allá de lo demás. Por eso estoy muy feliz cuando logro algo así, y porque además me encanta alimentar amistades (Ya sé, todo esto suena cursi, y?).

Basta de caminar por la calle atropellándose, subir al subte a los empujones, o atravesar una plaza sin detenerse a sentir el aroma de las húmedas hojas. Disfrutemos un poco más de los momentos de esparcimiento, caminando lento, mirando a la gente a los ojos y buscando un matiz en cada rincón. Preocupémonos de acariciar nuestro entorno y no golpearlo.

Espero que sientan la vida como yo, o que por lo menos esto los haya ayudado a liberarse aunque sea un poco. Ah… y si ven un loco cantando mientras camina lento por Av. Córdoba, salúdenme.

El entorno nos muestra más de lo que podemos ver... Encontrémoslo